Antes de hacer referencia al terrorismo situándome en el lugar de las víctimas y por proponer sugerencias hacia el futuro, como no-peruano que soy, expondré el conocimiento que sobre el terrorismo tenía en mi país gracias a los medios de comunicación, por contribuir así con una óptica de quien percibió algo del conflicto desde fuera.
Soy mexicano, y todavía tengo el recuerdo de que por los noticieros llegaba a enterarme algo del terrorismo que sufrió este país hermano entre los años 1980-2000. Ciertamente que no sabía gran cosa del acontecimiento: las causas que propiciaron semejante violencia tan prolongada, los métodos de ataque implementados por las partes involucradas, las graves violaciones de los derechos humanos y mucho menos del gran abismo étnico-cultural y socioeconómico que atraviesa el país.
Algunas personalidades ya me eran conocidas, como: Alan García, Alberto Fujimori y Abimael Guzmán. De los grupos terroristas sabía los nombres de: Sendero Luminoso y Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA). Por esos años era común ver por televisión los daños causados con coches bombas que se hacían estallar y los enfrentamientos entre Fuerzas Armadas (FFAA) y terroristas aquí en Perú, así como hoy en día es tan común saber de la violencia escalonada en Irak.
Recuerdo algunos acontecimientos particulares de los que me enteré por los medios: elección y reelección como presidente de Alberto Fujimori y su autogolpe de Estado, así como su renuncia a la presidencia desde Japón después de su segunda reelección, la captura de Abimael Guzmán y la crisis en la embajada japonesa por el MRTA.
De la participación de la Iglesia en el conflicto a favor de la justicia y la paz nada llegué a saber por ninguno de los medios, tan sólo noticias espúreas que no comunicaban la sustancia de los hechos violentos. Lo cual no quiere decir que no hubieran cristianos comprometidos arriesgando la vida a favor de las víctimas. Esto nos indica del control que algunos grupos de poder ejercen sobre los medios de comunicación tergiversando la comunicación según intereses particulares.
Ahora, a dos años de mi permanencia en Perú, he tenido la oportunidad de saber un poco más acerca de este doloroso conflicto que sufrió el país y cuyas heridas aún no han sido sanadas totalmente dado que aún hay muchas víctimas que esperan justicia. Llegué a Lima en julio de 2004 y al mes siguiente se conmemoraba el primer aniversario del informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR). Fue cuando en adelante busqué informarme acerca de la violencia terrorista por ponerme a la vez al tanto de la realidad nacional.
En verdad me apena saber que un conflicto que duró veinte años, que debería estar aún fresco en la memoria, parece que para una gran mayoría de peruanos y peruanas ha pasado desapercibido, es más, creo que tiende a olvidarse. Veo aquí un signo de las polarizaciones de los grupos étnicos quienes no han sido integrados como en un solo cuerpo en esta nación respetándose y valorándose sus culturas. Dado que el 75% de las víctimas eran quechuhablantes y otras etnias, por la gran marginación en que estos grupos se encuentran, lamentablemente pasaron desapercibidas para las autoridades competentes y la sociedad en general.
Ahora tan sólo me limitaré a desarrollar algunos puntos que, entre otros, a mi parecer dieron de manera especial cuerpo al terrorismo: pobreza, grupos terroristas y FFAA, crímenes y segregación cultural.
1. La pobreza extrema siempre será caldo de cultivo de conflictos armados, dado que, en primer lugar, ella es fruto de la desigualdad económica y de oportunidades, por el beneficio de unos cuantos en perjuicio de una gran mayoría, como es el caso del Perú. Ahora bien, la pobreza no sólo se reduce a lo económico, ella también es reflejo de la ignorancia de un pueblo, especialmente de las masas, las cuales bien pueden ser manipuladas ideológicamente por un partido o caudillo que les ofrece en modo demagógico resolver de la noche a la mañana sus problemas básicos. Esta desigualdad económica, así como la pobreza y la ignorancia, aunado a la segregación étnica (no olvidemos que la mayoría de víctimas eran quechuahablantes que vivieron en condiciones de pobreza) bien pueden ponerse por detonantes que contribuyeron a la creación del conflicto.
2. Los grupos terroristas como el Sendero Luminoso, cuyo cabecilla era Abimael Guzmán, y el MRTA, por imponer su ideología cada cual declaran la guerra a un gobierno elegido democráticamente. Ellos bien supieron aprovechar las condiciones de miseria en que vivían especialmente la gente de la sierra y la selva, así como la ignorancia en que se hallaban tan sólo por ganarlos para su causa, unas veces demagógicamente, otras veces por la fuerza. Las FFAA, así como las fuerzas policiales de algún modo contribuyeron a empeorar el conflicto al hacer un uso desproporcionado de su autoridad incurriendo en violaciones de derechos humanos incluso de gente inocente. De modo que la gente llegó a encontrarse entre la espada y la pared, por un lado los grupos terroristas, y por otro las FFAA.
3. Por crímenes entendemos todos aquellos actos que violan o envilecen la dignidad de la persona humana, especialmente aquellos que afectan la integridad de la persona en su totalidad como secuestros, torturas y asesinatos. Estos actos repugnantes se vieron favorecidos toda vez que contribuyó a ello la indiferencia del gobierno en turno por considerar el conflicto como un caso aislado en algún punto de la serranía. Cuando el conflicto se agrava, las FFAA toman tanto poder que de modo indiscriminado contribuyen a aumentar la violencia.
4. La segregación cultural se evidenció tajantemente a merced del conflicto terrorista ya que un sector de la población nacional vio con indiferencia el conflicto que se vivía con mayor crudeza en la serranía y en la amazonía como si no fuera de su incumbencia aunque el conflicto se realizaba en el mismo país. Esta segregación queda todavía confirmada por la tendencia a olvidar estos años de terror, como si la idea fuera que, “esto le pasó a ellos, no a nosotros”.
Si en tal contexto de segregación, exclusión y pobreza me sitúo en el lugar de las víctimas me vería necesariamente abocado a defender mi vida, mi familia y mi patrimonio, aún mediante la fuerza, cuando las autoridades que deberían velar por mi seguridad me han abandonado e incluso sin fundamento alguno sospechan de mí, y más aún cuando me encuentro a merced de grupos terroristas. Como sugerencia en vista al futuro bien podrían venir programas de desarrollo para las comunidades indígenas que son las que más sufrieron con el fin de abatir el rezago en que se encuentran y poder incluirlas en un proyecto de nación. Además, que se siga manteniendo viva la memoria y el deseo por hacer justicia a las víctimas.
1 comentario:
“Si en tal contexto de segregación, exclusión y pobreza me sitúo en el lugar de las víctimas me vería necesariamente abocado a defender mi vida, mi familia y mi patrimonio, aún mediante la fuerza, cuando las autoridades que deberían velar por mi seguridad me han abandonado e incluso sin fundamento alguno sospechan de mí…”
A pesar del advenimiento de tantos años, muchas familias en el interior de nuestro país aún siguen viviendo en un estado de exclusión. Es para nosotros (los peruanos) casi tan natural, escuchar las declaraciones ofensivas de diferentes “personajes”, en contra de las actividades de la CVR. ¿Qué buscan? ¿Qué pretenden?...
Por un decreto Supremo, en 2001, fue creada la CVR (Comisión de la Verdad y de la Reconciliación) en el gobierno del que fue nuestro presidente provisional, el señor Valentín Paniagua. Desde que fue creada, se la ha tachado de antimilitarista, y muchos de sus miembros han sido acusados de izquierdistas, y que están en contra del gobierno. Las cifras de víctimas por el conflicto armado interno, reveladas por la comisión – y que aún siguen en proceso – han golpeado a los que pretenden ocultar esta parte de la historia, que al parecer, aún no ha terminado. Y más aún, cuando nos enteramos de que muchos de ellos fueron muertos no por los subversivos, sino por los que supuestamente pretendían defenderlos. Fue sin duda, un golpe no solo al gobierno, sino a todo el Estado, al Perú, a nosotros los peruanos. ¿Qué sucedió en Lima, cuando muchos hermanos peruanos, eran asesinados en el interior del país? Lo más abominable que pudo suceder en una situación así, pasó en nuestro país: Muchos diarios, difundieron en Lima artículos que no solo tergiversaron la información sino que además propagaron un racismo en contra de nuestros propios compatriotas; se leyeron títulos como este: “Los cholos, invaden Lima”. Mientras que en la Sierra, era el pan de cada día ver a tu madre, a tu padre, a tus hijos y hermanos morir de la manera más terrible, o simplemente desaparecer para siempre; aquí en Lima se les trataba de “indios, cholos, piojosos, salvajes”. Me pregunto hoy, y... ¿Quiénes fueron en realidad los verdaderos salvajes? Es para mí, indignante, como peruana, descubrir estas cosas, que por mi joven edad, no viví estos momentos… Solo la explosión de un coche-bomba en un distrito pituco de Lima (Miraflores) dio luces de lo que se estaba padeciendo, pero ni siquiera ello pudo comparársele. Actualmente, soy testigo, de la división que aún envuelve al Perú. Hace muy poco los berrinches del cardenal Cipriani, a las que se unieron otras tantas, como las de un retirado oficial, Luis Giampietri, pretenden simular la situación.
A esas declaraciones debo mencionar, además, la última "producción cinematográfica del ejército": “Vidas paralelas”, una historia de dos muchachos, que no pasa de ser una simple fachada que cubre las pretensiones verdaderas… Solo quiero agregar a todo lo dicho: Todos los que han pretendido hasta ahora, callar la verdad, no han hecho más que aumentar los deseos de descubrirla… Así, que no puedo terminar este comentario sin dejar de agradecer a estos personajes; sus declaraciones nos ayudan a descubrir lo embarrados que están en esto, y el temor que tienen a que les veamos sus caritas de viejas meretrices sin sus maquillajes…
Gracias Fer. por el artículo y el espacio. (La cuenta con que aparezco, no la utilizo)
Elizabeth.
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