lunes, 20 de octubre de 2008

Ver y creer en clave de seguimiento desde Marcos

En el presente trabajo tendremos por meta fijarnos en los verbos “ver” y “creer” desde el seguimiento (akolousein) o discipulado según el entender del evangelista Marcos, esto es ponerse detrás de Jesús, seguirle hasta el camino de la cruz. El poder ver parece estar vedado a los discípulos que aun tienen en mente un mesías triunfalista al igual que los fariseos y el pueblo de Israel. Las narraciones de los ciegos de Betsaida (8,22-25) y de Jericó (10,46-52) expresan el paulatino avance en el camino de la fe, de poder ver y creer en Jesús para seguirle.

Jesús sana a un ciego en Betsaida (8, 22-25)

Esta cita va precedida por la discusión de Jesús con los fariseos y de las advertencias que Jesús hace a sus discípulos (8, 11-21). Jesús advierte que bajo la petición de los fariseos se esconde la más dura incredulidad y una invitación engañosa a recorrer el camino de un mesianismo espectacular. En efecto, como en todo seguimiento siempre existe la tentación de buscar nuestros propios intereses o dejarnos llevar por el pesimismo que prima en un determinado contexto. A esto yo lo llamaría “tentación de ceguera”. Los discípulos, no estaban exentos de estas tentaciones, por ello, deben estar atentos para no dejarse contagiar por la levadura de la incomprensión e incredulidad que los rodea. Tienen que abrir su corazón y reconocer con los ojos de su fe la verdadera identidad de aquel que, en la multiplicación de los panes, se les ha revelado como el pastor mesiánico y el portador de la salvación divina.

Llama la atención que, después de la advertencia de Jesús a sus discípulos sobre la “tentación de la ceguera”, se produzca la sanación de un ciego por parte de Jesús. Esta narración detalla un simbolismo. Cualquier discípulo bien puede ponerse en lugar del ciego en el proceso de la fe, del seguimiento de Jesús. Si la capacidad de ver se obtiene de manera lenta y laboriosa, es para indicar también que el proceso de la fe es pausado, gradual y acompañado de dudas e incertidumbres.

Gnilka confirma lo anteriormente dicho, que a la apertura de los ojos del ciego se confiere significación simbólica. Es preciso aferrarse a Jesús si se quiere tener ojos que vean, si se quiere alcanzar la comprensión creyente de su palabra. Poco antes se ha reprochado a los discípulos su ceguera (8,18). La colocación de la perícopa delante de la confesión mesiánica de Pedro (8,27-30) y de la instrucción subsiguiente inmediata de los discípulos sobre la necesidad del padecimiento (8,31-32) indica que Jesús quiere abrirles los ojos. (Gnilka, p.367).

La capacidad de “ver” simboliza el progreso gradual en el conocimiento de la fe. González trata sobre el temor a la “confusión” proveniente de cualquier novedad, lo cual pudo estancar tanto a discípulos y fariseos en su ceguera habitual. En honor a la verdad, es ineludible que todo avance hacia la novedad genera no poca confusión y crisis. En efecto, la “confusión” del ciego, que al principio “confundía” a los hombres con los árboles, era un camino seguro hacia la luz total del final del proceso. No se llega a la luz plena sino a través de un penoso proceso de confusión. (González, p.142)

Jesús sana al ciego Bartimeo (10, 46-52)

El relato de esta sanación va precedida por la nueva enseñanza sobre el servicio (10, 35-45), pues, los discípulos, titubeantes en el seguimiento, persisten en la orientación terrena de sus esperanzas. Nada parece haber conseguido Jesús con sus anteriores instrucciones. Necesitados todavía de luz para ver claro el camino de la cruz y del servicio, los que siguen a Jesús son testigos de un acontecimiento iluminador. En oposición a las pretensiones mezquinas de los hijos de Zebedeo (10,36) cuya ceguera tiene un marcado matiz de poder, el ciego Bartimeo tan sólo busca recobrar la vista y seguir a Jesús. El contraste es ejemplar y la figura de este ciego se convierte en un modelo para todo discípulo. Auténtico discípulo es aquel que testifica y proclama su fe, la traduce en oración perseverante y confiada, se libera de todo lo que impida un encuentro personal con Cristo e, iluminado por él, lo sigue decidido en su camino (BA; np)

Gnilka entrevé en la escena desarrollada la expresión de lo que significa el seguimiento de Jesús. En efecto, la anotación final de que el curado sigue a Jesús en el camino delata una vez más las preocupaciones de Marcos centradas en la idea del seguimiento, de la que nació esta escena (127). Marcos pone más énfasis en el acto de fe que en la curación en sí misma, lo que le bastó al ciego para ponerse en camino detrás de Jesús. En lugar de un gesto de curación está la afirmación de Jesús de que la fe ha salvado al ciego. El que en otro tiempo fue ciego se convierte en seguidor de Jesús. Como seguidor, es discípulo. El camino que inicia acompañando a Jesús, es el camino a la pasión (129). Según Gnilka, el ciego sanado se convierte en discípulo ejemplar. Y lo es no sólo por su fe inquebrantable, sino, ahora de manera especial, por su disposición a seguir a Jesús en su camino a Jerusalén. El mendigo de Jericó es para Marcos verdaderamente un creyente porque alcanzó la verdadera orientación de su fe. Ella descansa en la cruz que se prepara a Jesús y a sus seguidores (8,34) (130-131) (Gnilka, pp.127.129-131)

El caso del ciego es ejemplar, porque tuvo fe en Jesús, porque es un hombre que ora con perseverancia, lo invoca a pesar de las dificultades, recibe ánimo, le sale al encuentro, se deja interrogar, se hace abrir los ojos y lo sigue en su camino. Por decirle de manera simple, se dejó moldear por Jesús, fue dócil en sus manos. Solamente con este ánimo es posible comprender y seguir el camino del hijo del hombre hacia el sufrimiento. (González, p.170).

El milagro es un esfuerzo de Jesús, para abrir los ojos de los discípulos. Bartimeo es el modelo del verdadero creyente: “ve”, y no sólo con los ojos del cuerpo; sigue a Jesús por ese “camino” que es menos geográfico que teológico: la subida a la cruz. Su fe le permite seguir a Jesús. (Charpentier, p.62)

Confesión de Jesús (14, 61-62)

Completamente abandonado Jesús en manos del consejo de ancianos hace frente a la ceguera de sus compatriotas, no menos nacionalistas que sus discípulos. Ellos también aguardaban un mesianismo triunfalista, totalmente opuesta al siervo sufriente. González nos hace ver cómo esa ceguera triunfalista del sanedrín impide ver en Jesús al Mesías esperado, más aun., le condenan a muerte: El sumo sacerdote pregunta a Jesús: ¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito? (14,61) La respuesta de Jesús es coherente con la cristología del hijo del hombre que impregna todo nuestro evangelio: él es, sí, el mesías, pero no aquel mesías gloriosamente triunfal, claramente político, con que soñaban los adictos al movimiento antirromano, sino el mesías sufriente, con rostro de hombre, no de superhombre, del cual ya habían hablado los profetas, especialmente Daniel. Al sumo sacerdote la respuesta de Jesús le parece blasfema (14,62); aquel “laico” provinciano manchaba el nombre sagrado del mesías pretendiendo ridículamente encarnar en sí todas las esperanzas que desde hacía siglos alimentaba el pueblo de Israel a propósito de su grandeza teocrática. He aquí, pues, cómo se explica la condena a muerte por unanimidad. (González, pp.219-220)

Burlas de la gente, muerte de Jesús y confesión del oficial romano (15, 29-39)

A diferencia de los jerarcas judíos, que exigen una señal para poder creer (15,32b) el centurión al pie de la cruz desemboca en la fe. La incredulidad que le ha acompañado hasta este momento queda superada. Sólo a partir de la muerte de Jesús en la cruz se puede comenzar a comprender quién era éste. El ver es la fuerza de la fe que reconoce en el Crucificado al Salvador .
El evangelista coloca en dos grupos a las personas que se encuentran al pie de la cruz. En un grupo sitúa a los que creen; en el segundo se encuentran los que persisten en la incredulidad. Los jerarcas quieren ver una señal y con ello documentan, en último término, su endurecimiento (15,32b). En el lado de los creyentes se encuentra el centurión, que es desarmado por la muerte de Jesús y se convierte en vidente. Las mujeres demuestran con el ejemplo su confesión. De ellas se dice que sirvieron a Jesús y le siguieron por el camino del dolor (15, 40-41). (Gnilka, pp.380-383)

Tumba vacía y mensaje del ángel (16, 1-7)

En cuanto a las mujeres, Marcos sabe informar que ellas habían seguido a Jesús ya en Galilea y que le habían servido allí (15,40-41). Esto último es una alusión a servicios materiales prestados. Si han hecho la marcha a Jerusalén con Jesús, debe presentárselas como quienes entendieron que el seguimiento de Jesús es seguimiento de la cruz (Gnilka, p.382). El mensaje del ángel es un modelo de desmitización. Las mujeres no deberían tener miedo; lo que ha ocurrido es solamente esto: Jesús el nazareno, crucificado ha resucitado. Las mujeres deberán ser portadoras de un mensaje para los discípulos, y especialmente para Pedro. (González, p.234)
Pero ¿por qué debe tener lugar el encuentro con el Resucitado en Galilea y no en Jerusalén. Galilea es para Marcos la patria chica, el escenario principal de la actuación terrena de Jesús. Ver al Resucitado en la tierra de su actuación terrena significa también poder comprender a Jesús plenamente. Resurrección, aparición y discurso sobre el Resucitado constituyen una unidad inseparable, de manera que el ver incluye la misión de proclamar. (Gnilka, p.402)

Conclusión personal

Hemos hecho mayor referencia al acto de “ver” que al de “creer”, mas no por ello se ve minimizado el acto de “creer”. Pienso que ambos verbos en su sentido teológico bien pueden imbricarse mutuamente, es decir, uno puede preceder al otro y viceversa. Por ejemplo, que las mujeres que seguían a Jesús porque veían sus obras y escuchaban su mensaje creían en él. Ahora bien, el ciego Bartimeo porque creía en el poder de Jesús (y tal vez escuchó hablar de él) pudo recuperar la vista, y no sólo eso, sino que se convirtió en su seguidor convencido como las mujeres. Bien supo Marcos colocar estratégicamante las citas sobre la ceguera para dar a conocer que el mesianismo de Jesús no concuerda con la levadura de los fariseos y de lo herodianos ni con un mesianismo de gloria y poder terrenales, sino que buscó dar a entender que su mesianismo tendría que pasar por el servicio y por el camino de la cruz.

Bibliografía

Biblia de América, (La casa de la Biblia, 1994)
GNILKA Joachim, El evangelio según san Marcos, tomos I y II. Sígueme, (Salamanca, 1986)
GONZÁLEZ Ruiz José Ma. Evangelio según Marcos. Verbo Divino, (Navarra, 1988)
CHARPENTIER Etienne. Para leer el N.T. Verbo Divino, (Navarra, 1981)

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