En esta síntesis presentaremos rasgos que consideramos característicos de la corriente del fundamentalismo, que, hoy día cobra mucha fuerza por la necesidad de muchas personas de encontrar certezas que le brinden seguridades ante un mundo posmoderno plural, abierto, crítico, pero relativista, que parece haber perdido el rumbo y la estabilidad generando así un cierto vacío existencial. El fundamentalismo busca cubrir ese vacío dando acogida en grupos sectarios y elitistas donde la gente se pueda sentir identificada y en familia.
El fundamentalismo nace en occidente por reacción a la modernidad que ensalza la libertad individual y que acuña un pensamiento crítico acerca de lo que hasta entonces se tenía por valores o verdades absolutas. Rechaza la modernidad en cuanto su mentalidad abierta y plural, pero acepta su avance tecnológico el cual usa para sus intereses particulares e ideológicos.
Pero ahondemos un poco más para descubrir a partir de dónde se halla la fuente que origina esta reacción de mentalidad obtusa, cerrada y estática como es el fundamentalismo. Podemos remitirnos hasta los albores de la edad moderna, siglo XV. La modernidad puso en crisis el mundo medieval teo-céntrico en que la religión mediante la fe, los dogmas y la autoridad imponía una visión determinada del mundo. La modernidad acentúa la facultad de la razón (racionalismo) para explicar el mundo mediante datos experimentables y verificables. Así, el andamiaje de la religión poco a poco se viene abajo ante los argumentos sólidos del racionalismo y la ciencia experimental. Paulatinamente se impone un estilo de vida secularista que hace a Dios de lado cuando no le ha dado muerte. Pero la ausencia de fe a muchos a llevado al vacío existencial, los ha dejado sin norte alguno. Ello ha provocado que grupos tanto religiosos como políticos y económicos muy fuertes busquen el retorno al poder y a la seguridad que en otros tiempos daba la religión.
La modernidad dará paso a la posmodernidad, el tiempo que hoy día vivimos. La posmodernidad crea una sociedad fragmentaria y fuertemente individualista ante la decepción de las utopías de la modernidad que no llegaron a concretarse (la tríada de la Revolución Francesa: libertad, igualdad, fraternidad; la sociedad sin clases del marxismo). Más bien, tanto avance tecno-científico y político-económico, orgullo de la civilización occidental, había degenerado en dos guerras mundiales en la primera mitad del s. XX. En la posmodernidad ya no se buscan verdades absolutas ni planes a largo plazo, más bien, se busca solo el consumo y el placer al máximo. Solo importa el bienestar personal. Todo es relativo. No hay espacio para una realidad trascendente y la vivencia de una seria espiritualidad. Sin embargo hay mayor conciencia de la promoción y la defensa de los derechos humanos. Surgen grupos ecologistas que crean conciencia sobre el cuidado de la creación, las ONG’s buscan crear solidaridad más allá de las propias fronteras, etc.
De la mano con la posmodernidad viene la pluralidad que da cabida a un sin fin de propuestas. Rechaza lo absoluto y dogmático. Pero el hombre no queda en paz si no halla certezas, los fundamentos que den estabilidad a su vida. El modernismo no garantiza la estabilidad por ser fluctuante en sus propuestas. Es entonces cuando el fundamentalismo se alza salvador ofreciendo certezas y seguridad, ¿el precio? la libertad, de pensar y decidir.
El fundamentalismo puede ser religioso, político, económico, cultural, etc. Los grupos fundamentalistas van moldeando en sus miembros una personalidad de sometimiento de tal modo que cada uno llega a presentar las siguientes notas:
Apela a la autoridad (líder, jefe, libro sagrado, tradición). Es débil para decidir por sí mismo, pone la responsabilidad en otros.
Sataniza el mundo moderno y añora el pasado como el mejor de los mundos.
Se halla bajo el poder de un líder megalómano cuya autoridad es incuestionable.
Se diluye en grupo, pierde identidad propia y adopta el estilo de ser del grupo.
Confunde verdad (que es cuestión de convicción) con certeza (que es demostrada científicamente).
Al no contar con argumentos racionales descalifica al otro. Es dogmático y emocional. Se cree dueño de la verdad.
Ve la historia como algo estático: ya todo fue dicho. No hay nada que cambiar.
Es simplista, todo lo ve o bueno o malo. Se define a partir de un enemigo que combate insistentemente.
Hace un fuerte uso de los medios de comunicación social para imponer sus ideas.
En lo religioso apela a un libro sagrado cuya interpretación única y válida es la del líder quien supuestamente está bajo la inspiración de Dios.
En el cristianismo toma la Biblia como Palabra de Dios de modo literal. En ella todo lo ve histórico, no hay crítica ni exégesis.
Mediante la religión encubre una ideología, prima más la doctrina que la fe. Presenta una peculiar imagen de Dios.
Predica más el demonio y la condenación que la misericordia de Dios y la salvación.
No se compromete con la justicia social, solo busca “salvar su alma”.
Su moral es muy rigurosa cuya sexualidad es puritana y escrupulosa.
Absolutiza la ley en detrimento de la compasión.
Convendría al final de esta síntesis hacernos la pregunta si se puede ser cristiano y fundamentalista a la vez, por la idea extendida de que el fundamentalismo tiene que ver más con la religión.
En el cristianismo a lo largo de su historia han existido fuertes ideas fundamentalistas (pensemos en la imposición del cristianismo en las naciones conquistadas y en la idea no muy lejana de que fuera de la Iglesia no hay salvación), que si ciertamente obedecían a otros contextos históricos, no legitimaban por ello el cometimiento de abusos, máxime cuando el cristianismo tiene por tarea primera de llevar el amor de Cristo y su mensaje de salvación a todo el mundo, no la espada de leyes mezclada con intereses particulares.
Consideramos que no se puede ser a la vez cristiano (pero cristiano auténtico) y fundamentalista, porque el cristiano debe verse movido por la libertad de los hijos de Dios en el seguimiento fiel de Cristo en vistas a la consecución y vivencia de los valores del Reino y las bienaventuranzas (Mt 5.1-12). En cambio, el fundamentalista es rigorista, sectario y legalista, esclavo del grupo que lo absorve, es implacable al condenar. Cristianismo y fundamentalismo se excluyen. El fundamentalista renuncia a su libertad a cambio de seguridad. El cristiano, por su parte, es libre y responsable de sus decisiones, pues Cristo nos ha liberado para vivir en libertad (Gál 5 ss).
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