Primeras comunidades cristianas
A ejemplo de Jesucristo y los primeros apóstoles, las primeras comunidades mantuvieron el ideal de la paz.
+ San Irineo (Adversus haereses): “Los cristianos ya no saben luchar, abofeteados ofrecen la otra mejilla”.
+ Tertuliano (De idolatría): “Cristo, al desarmar a Pedro en el huerto, desarmó a todos los cristianos”.
Después del Edicto de Tesalónica (380), por el cual emperador Teodocio declaró el cristianismo como religión oficial del Imperio romano, el ejercicio militar era visto ahora como una defensa contra los bárbaros y los herejes. La enseñanza cristiana sobre la licitud de la guerra ofensiva se desarrolló a lo largo del pensamiento patrístico.
+ San Ambrosio (Exameron): Habla del servicio militar como un derecho común.
+ San Agustín (De civitate Dei. IV,5): “La guerra y la conquista son una triste necesidad, pero sería peor si los malhechores dominasen a los hombres justos”.
Escolástica
Santo Tomás de Aquino (S. Th II-II q. 40): Recogerá las condiciones de la licitud de la guerra que tiempo atrás venían formulando teólogos y juristas, las mismas que Francisco de Vitoria (s. XVI) concretizaría con mayor rigor y que pasarían como un clásico en los manuales de teología moral hasta antes del Vaticano II. Esas condiciones son tres:
1. Que sea declarada por la autoridad legítima superior, como representante del bien común e instancia última para resolver conflictos.
2. Causa justa, si hay motivos graves y excepcionales.
3. Intención recta, que busque promover el bien común y remediar el mal. Que nunca sea por venganza o para destruir al adversario.
Fuente: Aurelio Fernández. Teología moral III. Aldecoa, Burgos, 1996, pp. 808-811.
Juan XXIII
El Papa Bueno en su encíclica Pacem in terris (1963) supera la doctrina de la “guerra justa” e introduce la categoría de “paz justa”, entendida como desarrollo social igualitario de los ciudadanos y de los pueblos.
Fuente: Juan José Tamayo. 10 palabras clave sobre paz y violencia en las religiones. Verbo Divino, Navarra, 2004, p. 125.
Ofrece unas directrices sobre las cuales ha de fundarse la paz: verdad, justicia, caridad y libertad: “Un orden basado en la verdad, establecido con las normas de la justicia, sustentado y fomentado por la caridad y realizado bajo los auspicios de la libertad” (PT 167).
Su pensamiento gira en torno a dos ejes fundamentales que son cimientos para la construcción de la paz: el respeto al orden establecido por Dios que la conciencia humana descubre y manda observar (PT 4) y la dignidad de la persona humana (PT 9).
Fuente: Ildefonso Camacho. Doctrina Social de la Iglesia. Paulinas (Madrid, 1991) pp. 258-260.
Doctrina católica reciente
+ Gaudium et Spes: Tres notas caracterizan la concepción cristiana de la paz (GS 78).
1. La paz es obra de justicia, no solo de ausencia de guerra. Donde hay injustas desigualdades se atenta contra la paz.
2. La paz es una tarea permanente, no es nunca una adquisición definitiva.
3. La paz es fruto del amor, que mueve a dar más de lo que exige la justicia.
+ Pablo VI: En su encíclica Populorum Progressio (1967) presenta el desarrollo como el verdadero nombre de la paz. Además, subraya la conexión entre justicia y paz: “Combatir la miseria y luchar contra la injusticia es promover, a la par con el mayor bienestar, el progreso humano y espiritual de todos y, por consiguiente, el bien común de la humanidad” (PP 76).
+ Juan Pablo II: En su mensaje en la ONU, en junio de 1982, sobre la estrategia de disuasión presentó tres condiciones para que sea tolerable:
1. Que la disuasión se base en el equilibrio, no en la superioridad.
2. Que no sea fin, sino etapa transitoria a superar.
3. Que la superación venga por la vía del desarme.
Fuente: Ildefonso Camacho, Ibid., p. 590.
+ Benedicto XVI: En su mensaje para la celebración de la jornada mundial de la paz el 1 de enero de 2008, además de apremiar el desarme que por ahora se haya en estancamiento, denunció el comercio de armas en el cual ve implicadas las naciones más industrializadas que obtienen importantes ganancias y las oligarquías de tantos países pobres que, para reforzar su situación, requieren del uso de armas más sofisticadas.
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