La participación en la naturaleza divina que los hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene una cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. Para que tengan la eficacia los sacramentos, se requiere que el sujeto manifieste los siguientes características:
(a) La fe: El sujeto recibe los sacramentos porque cree que por medio de ellos recibe también la gracia de Cristo. Esta fe es presentada en dos maneras, personalmente y por medio de otras personas. Personalmente el sujeto tiene que creer que es Jesús quien actúa en su vida. “ Hija, por tu fe te has sido sanada, vete tranquila y curada ya de tu enfermedad.” Mc 5, 34. Jesús también actúa por medio de la fe de otras personas. “Todo es posible para el que cree....el hombre contestó yo creo pero ayúdame a creer más. ” Desde este gesto el muchacho que no habló nada quedó curado.
(b) La disponibilidad: El sujeto tiene que mostrar su disponibilidad de recibir los sacramentos para su salvación. “ El ciego fue y se lavó, y cuando regresó ya podía ver.” Jn 9, 7.
(c) La libertad: El que recibe los sacramentos tiene que actuar con mucha libertad porque Jesús también respeta la autonomía de cada uno.” Regresaré a casa de mi padre, y le diré: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti. ” Lc 15, 18.
(d) El deseo profundo: La persona que quiere recibir los sacramentos tiene que desearlos y sentir la mayor necesidad de recibir los sacramentos. “ Tan solo con que llegue a tocar su capa quedaré sana. ” Mc 5, 27.
Si se trata de un niño, que sus padres den su consentimiento desde su libertad y voluntad, CIC 865, 868. En casos del peligro de muerte, cada sacramento menos el orden, se le da al sujeto contando sólo con la fe directa o indirectamente expresada. El sujeto es incorporado y configurado con Cristo por los sacramentos del bautismo, Eucaristía, confirmación y el orden, pero su eficacia es invisible.
Bibliografía:
García Paredes, J., Teología Fundamental de los Sacramentos, Madrid, 1991.
Catecismo de la Iglesia Católica.
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