lunes, 20 de octubre de 2008

El amor como demonio

Gabriel García Márquez en su novela Del amor y otros demonios parece que no busca otra cosa que presentar el amor como un demonio. Sin embargo, no creemos que el nóbel colombiano pretenda desacreditar el amor, sino por el contrario, por la trama misma de su obra nos presenta el amor como el motor de la vida que se manifiesta en el drama de sus personajes haciéndolos experimentar tanto alegrías como penas. ¿Pero acaso puede el amor ser fuente tanto del gozo como del sufrimiento? La contradicción que encierra la pregunta nos lleva a cuestionarnos en última instancia si en verdad, como creemos supone el autor, el amor sea un demonio. No pretendemos por el momento otra cosa sino ofrecer una posible respuesta a partir de los personajes que nos presenta la novela. Sin más preámbulo aproximémonos a la obra.

Nos situamos en alguna ciudad sudamericana de la colonia española no antes del XVII, sino después, o bien, a mediados de ese siglo porque el Padre Cayetano Delaura cita los versos de Garcilaso de la Vega que vivió a principios de dicho siglo. El ambiente colonial todavía resiste a ceder las glorias medievales ante el paulatino avance del modernismo. La Iglesia cuenta con un fuerte control de censura mediante el cual impide la circulación de ideas modernas. Por ello, el doctor Abrenuncio, hombre ilustrado y de ideas progresistas, era visto con mucha sospecha por un mundo cuya mentalidad aún era todavía muy estrecha y jerárquica.

Iglesia, Estado y sociedad eran un todo. Lo que estuviera al margen de esta tríada era visto bajo sospecha y censura. Por ello mismo, no se toleraban librepensadores como Abrenuncio. Además, todo acontecimiento que no tuviera explicación bajo los estrechos márgenes del dogmatismo y la ciencia medieval, era calificado como obra del demonio, con lo cual se justificaban las inclementes prácticas de los exorcismos, como la que tuvo que padecer Sierva María sin necesidad alguna según la razón moderna. En esta sociedad teocrática era práctica común el comercio de esclavos traídos de África. Los esclavos laboraban tanto en trabajos rudos como en los domésticos, y una de las labores domésticas era el servicio en las casas de las grandes familias donde tenían bajo su cuidado los hijos de los patrones. Por esta razón se entiende que Sierva María haya aprendido muchas de las costumbres de los esclavos, máxime por el total abandono en el que la tenían sus padres.

Ahora adentrémonos a la vida de los personajes principales en lo tocante a sus amores vividos como pulsiones del demonio. Empecemos con Bernarda y el Marqués. El ánimo fogoso de ella contrastaba con el ánimo pasivo de él. Fue una convivencia producto de un complot, tramado por el papá de ella, más que del amor. La total indiferencia y el odio del uno por el otro se reflejó en el abandono en que desde un principio tenían a su única hija, Sierva María, quien cobraría afección por las costumbres de los esclavos que la criaron, lo cual jugaría en su contra como prueba de su posesión demoníaca.

La indiferencia fue quizá el peor de los sentimientos vividos entre Bernarda y el Marqués. Sin embargo, la costumbre de la convivencia y el odio mutuamente manifiesto ¿no sería de algún modo proporcionalmente inverso a la bondad de sus corazones? Esta posibilidad no es infundada, pues Bernarda, confesó al Marqués el plan que el padre de ella urdió contra él para casarlo con ella y así quedarse con su fortuna y posteriormente darle muerte por mano de la propia Bernarda, cosa a lo cual ella no se atrevió. Por su parte, el Marqués hacia el final de sus días fue en búsqueda de Bernarda, al menos para tener alguien con quien morir. Creemos que, tanto Bernarda como el Marqués (a quien su padre humilló con el destierro para apartarlo del amor de la “demente” Dulce Olivia), no eran sino víctimas de un destino fatal trazado por sus padres respectivos y cada quien vio en el otro la oportunidad para desfogar la cólera que cada cual llevaba dentro de si, ella de un modo licencioso, él de un modo huraño.

El amor que como un demonio no se vive en menor grado al anterior es el que involucra al Padre Cayetano Delaura y la joven, casi niña, Sierva María. El Padre Cayetano llegó a cobrar tal afecto hacia ella que se vio impulsado a cometer actos demenciales como la autoflagelación y la paulatina pérdida del sentido común al olvidarse de los convencionalismos y moralidades que en otro tiempo guardaba con mucho celo. El amor por Sierva dio un giro a su vida, y ni toda su erudición pudo contra esto. Este amor lo llevó a un conflicto interno y fue demasiado tarde cuando decidió hacer totalmente de lado su moralismo para mandar todo al diablo con tal de tener a Sierva María.

Sierva María había ido a parar al convento de las clarisas para ser sometida a los exorcismos por decreto del obispo. Se creía que sufría posesión diabólica por su carácter indómito y por hablar lenguas de idólatras cuando enfurecía, amén de las raras costumbres que de los esclavos había aprendido. Pero nadie llegaba a imaginar que su conducta rebelde, y no satánica, obedecía al desamparo en que la habían tenido sus padres.

El Padre Cayetano pudo ser feliz con Sierva María, pero fueron más fuertes sus temores justo cuando tenía la oportunidad de partir con ella hacía donde pudieran vivir su amor sin las opresiones de ese mundo cristiano que los asfixiaba. Así las cosas, el final amargo de la historia no se hacía esperar de otro modo. El Padre Cayetano, descubierto, fue condenado a servir enfermos en un hospital, mientras que, sierva María fue hallada muerta de amor en su celda del convento antes de continuar su sesión de exorcismos.

A modo de conclusión, anotamos en primera instancia que, de ningún modo estamos de acuerdo con la definición que del amor ofrece el médico Abrenuncio, a saber: “el amor es un sentimiento contra natura, que condena a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más efímera cuanto más intensa”. Por nuestra parte no podemos menos que decir que el amor antes que demonio u otro adjetivo que se le quiera poner es una fuerza vital y esencial en el ser humano que lo empuja ir más allá de unos estrechos límites en que el hombre muchas veces se quiere acomodar ignorando que es ahí donde puede morir de asfixia. Entonces, concebimos el amor como una invitación a la aventura para mejorar nuestra concepción de la vida y ser más libres.

Se dice fácil, pero el amor implica un gran desafío y un gran cambio de mentalidad que lleva a enfrentarnos con la sociedad, con la cultura, con las tradiciones y las costumbres, con todo un mundo. Y es entonces cuando el amor puede ser visto como un demonio. Fue el caso de nuestros personajes principales, especialmente del Padre Cayetano y Sierva María, que por el temor de aquel por romper con sus estrecheces, tarde fue cuando se decidió luchar por el amor de su vida. Ambos fueron víctimas del mundo que les tocó vivir. Y de algún modo, todos lo fueron.

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